18/09/2025

Un capítulo más de “Chasman y Chirolita”

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El análisis de la reunión de Alfredo Cornejo con el gobierno nacional y el posterior veto a la ley de ATN debe incluir una mirada crítica y menos condescendiente hacia la postura del gobernador mendocino. Lejos de ser una figura dialoguista y pragmática, la conducta de Cornejo puede interpretarse como una sumisión calculada a la lógica de poder de La Libertad Avanza, arriesgando la autonomía y los recursos de su propia provincia en aras de una alianza política que, hasta ahora, no le ha rendido frutos. Y mucho menos a los mendocinos.

Cornejo se ha posicionado desde el inicio del gobierno de Milei como un “aliado racional”. Ha defendido la Ley de Bases, el Pacto de Mayo y se ha mostrado dispuesto a negociar, incluso cuando las medidas nacionales perjudican directamente a Mendoza. Este acercamiento, en lugar de ser un acto de responsabilidad institucional, parece ser un intento desesperado por no quedar fuera del círculo de poder, buscando migajas en un modelo de reparto que se basa en la arbitrariedad presidencial y no en una verdadera coparticipación.

La visita a Casa Rosada, entonces, no fue un “diálogo de igual a igual” entre un gobernador y el poder central, sino más bien una pleitesía que terminó en un portazo. El veto a la ley de ATN es la prueba contundente de que, para Milei, el respaldo político de los gobernadores es un mero trámite, no un pacto de respeto mutuo. Cornejo, al insistir en esta vía, se expone a ser percibido como un mandatario que no defiende con firmeza los intereses de su provincia, sino que se subordina a los caprichos de la administración central, dejando a Mendoza en una posición de vulnerabilidad y dependencia.

La supuesta “moderación” de Cornejo contrasta con la falta de reciprocidad del gobierno nacional. Mientras el gobernador pone el cuerpo, Milei lo desautoriza con un veto que evidencia el nulo peso de su “buena voluntad”. Se debe señalar este desequilibrio: la condescendencia de Cornejo no es un signo de madurez política, sino que se parece mucho a un síntoma de debilidad.

Esta dinámica de “negociación” es, en realidad, un proceso de domesticación política. El gobierno de Milei no busca consensos, sino obediencia. El veto a los ATN es una lección pública para Cornejo y para el resto de los gobernadores que pensaron que podían “dialogar” con una motosierra en la mano. La pregunta que queda flotando es: ¿hasta cuándo el gobernador mendocino seguirá con esta estrategia, sabiendo que su “socio” le devuelve favores con palos? La postura de Cornejo, lejos de ser inteligente, parece ser una apuesta a todo o nada, con el riesgo de perderlo todo: la confianza de los mendocinos, el respeto de sus pares y, lo que es peor, la capacidad de defender con dignidad los recursos que a la provincia le pertenecen por derecho.

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