Otro “Petrigate”: F-16, cazas ciegos y el fracaso de una defensa desarticulada
La gestión del ministro de Defensa y candidato a diputado nacional por el oficialismo asociado mendocino, Luis Petri, se consolida como un ejercicio de simbolismo vacío. La compra de los aviones F-16 a Dinamarca es el ejemplo más costoso de incoherencia estratégica y desarticulación de nuestro sistema de defensa.
El problema no es solo la dependencia británica. La verdad es que los F-16 adquiridos operan con radares limitados, volviéndolos ineficaces frente a la amenaza real.
La efectividad de un caza moderno se define por su radar, sus ojos para la detección y el combate. Los F-16 comprados son modelos que tienen una tecnología de radar varias generaciones por detrás de los aviones británicos Typhoon.
El ministro Petri invirtió una fortuna en cazas que verán comprometida su capacidad de detección y de enganche de objetivos. La Fuerza Aérea ha recibido una plataforma que no es capaz de competir en un escenario moderno. Esto expone una falta de visión crítica en la adquisición, priorizando el costo inicial sobre la verdadera capacidad tecnológica.
Esta negligencia se agrava en el contexto de las Islas Malvinas. La defensa argentina queda sometida a un doble sometimiento:
Sometimiento Tecnológico: La dependencia de repuestos y software británico que permite el veto de Londres sobre el uso de los F-16.
Sometimiento Operativo: El radar limitado de los propios cazas y la ausencia de un sistema integrado dejan a los pilotos argentinos con una capacidad de combate reducida frente a la tecnología que el Reino Unido ya despliega en el Atlántico Sur.
La defensa de la soberanía no se resuelve con compras apuradas de hardware de segunda línea. La gestión de Luis Petri es una costosa lección sobre cómo no construir una defensa nacional: un gasto que no proporciona ni soberanía ni superioridad tecnológica.
